El complejo de Transfer

Cada generación tiene sus referentes, y mientras otras se caracterizan por las tragedias griegas, la mía vive en los dibujos animados. Es así de triste. La vuelta al mundo de Willy Fog o David el gnomo se cuentan entre lo más representativo de nuestra infancia, y lo preocupante no es que a veces se vuelva a ellos entre bromas sino que, sospecho, a menudo hay una querencia real de reinstalarse allí definitivamente. Los complejos se basan en los iconos generacionales para desde su época saltar al mundo como si este fuera una piscina, siendo requisito indispensable el abarcar en lo posible la idiosincrasia de su tiempo. Lo cierto es que tengo una fe muy limitada en los complejos más allá de justificantes baratos para las malas conductas. Existen, claro, pero están demasiado manoseados. Ya sabemos que Hitler tenía muchos complejos. Pasa como con Yesterday, una preciosa canción que de tanto oírse se ha vuelto odiosa.

Me he escapado un poco de lo que quiero decir, tal vez lo esté haciendo demasiado complejo. Voy con Transfer. ¿Qué o quién es Transfer? Transfer es un zorro o un lobo o tal vez un chacal que, oculto en las sombras, intenta arruinar por todos los medios posibles la apuesta de Willy Fog (noticia importante para algunos individuos de mi generación: la vuelta al mundo de Willy Fog se basa en un libro. Un libro. Y en ese libro el protagonista no se llama Willy Fog, como tampoco D’Artacán luchaba con los mosqueperros. Buscad en Google, que seguro que os lo pone). Transfer, a sueldo de Mr. Sullivan, archienemigo de Willy Fog, intenta obstaculizar cada paso que este da utilizando los métodos más despiadados e incluso llegando a actuar como un verdadero sicario. Dinamita un puente por el que va a pasar el tren en el que viajan Mr. Fog y su comitiva, provoca una estampida de búfalos que se interpone en su trayecto o envenena al capitán del barco en mitad de alta mar.

Es un malo malísimo, aunque el balance final es que también es un patán. Sabotea inicialmente las intenciones willyfoguianas, pero al final el protagonista logra siempre salir airoso. Tanto es así que llega a tiempo a su club en Londres para ganar la apuesta. Y todo ello sin perder ni un electrón de flema británica, of course.

Pero, otra vez, ¿quién es Transfer? Es un personaje perverso, un despiadado psicópata que disfruta planeando su próximo atentado. Es capaz de disfrazarse de cualquier sujeto, pero aún así lo reconocemos porque cuando paladea el tropiezo definitivo de su adversario sonríe ladino mientras le brilla un ojo. Hay que ser muy malo para que te brille un ojo mientras te saliva el colmillo pensando en tu próxima fechoría, ¿no? Estoy seguro de que haría este trabajo a cambio de nada.

Transfer es el Mal, y lo que es peor, el Mal oculto del que nunca se tiene noticia. Es el impedimento y la zancadilla que no se ven llegar. Acecha, sí, pero no se puede probar su existencia.

Y eso es muy tentador. Para explicarse uno mismo y a los demás en relación con uno mismo.

No hay muchas cosas más acomplejadas que la política. Quiero decir, pocas profesiones conozco que se escuden tanto en problemas que teóricamente ellos mismos no han creado. Y en pocas profesiones vemos casos tan extremos de obstrucción al trabajo de un colega. Dos circunstancias que me dan pie a ejemplificar el complejo de Transfer de una manera muy gráfica. Así:

Podemos: los medios de comunicación son sus enemigos, la encarnación del Mal. Lo que sabemos de este partido político lo sabemos a través de los medios de comunicación, así que toda información negativa que de ellos nos llegue es sesgada, incompleta o, en la mayoría de los casos, falsa. Admitir que otros medios les auparon a los puestos que hoy ocupan quizá les restaría credibilidad, así que sollozan mucho por los múltiples ojos que brillan mientras les vigilan desde la oscuridad, sin reconocer que hay ojos brillando pérfidos cuando miran a otros partidos. Muchos de sus seguidores parecen felices creyéndose muy fuera del establishment y fingiéndose atacados por la democracia. El establishment y los medios son Transfer, claro. Su última gran aportación es el concepto de pucherazo tras las elecciones generales del 26 J. Nadie ha demostrado nada pero muchos han llorado mucho.

Izquierda Unida: vaya por delante que este partido tiene todas mis simpatías. Pero desde su fundación se oyen sus lloriqueos por la injusta Ley Electoral, y ese soniquete es bastante desagradable. Una Ley Electoral nefasta, cabe decir. Como también podemos asegurar que es la misma ley por la que se rigen el resto de partidos. Admitir una mala línea de comunicación, frecuentes luchas intestinas muy en la tradición española o, directamente, una política inaceptable para muchos votantes, es algo que tampoco ellos parecen querer aceptar.

Partido Popular: llevado al extremo, es el complejo de Transfer en su manifestación más repugnante, en tanto que a menudo sirve a miembros del partido para retrotraerse a los años de la República, justificar la Guerra Civil y ya puestos su añorado franquismo. Stalin era entonces el zorro o lobo o chacal acechante, y este país hubiera terminado en la órbita soviética, se oye graznar a algunos peperos en un bochornoso ejercicio de Historia contrafactual. Trasladado al presente, cada vez que otro partido hace algo reprobable, se llevan las manos a la cabeza sintiéndose sumamente agraviados porque “¡¿Qué no se diría si el Partido Popular se viera en esta situación?! ¡Todos se le estarían echando encima!” Además de perverso resulta patético. En parte gracias a ello se ha logrado que cuando en este país se hable de Franco y la Guerra Civil, las nostalgias reverdezcan por doquier, cosa que no recuerdo que sucediera hace unos quince años.

Todos los nacionalistas: son los más acomplejados, los maestros absolutos, la piedra de toque conceptual. Un cóctel de manipulación histórica, antropológica y económica cuyo desenlace es la presunta agresión de los demás, ininterrumpida e implacable. Es un poco difícil de entender, toda vez que los demás, es decir, el resto de la nación, quieren en teoría atraer sus simpatías. Pero vaya si cuela, al fin y al cabo son sin duda el ejemplo más acabado de lo que quiero decir. Es inconcebible que me ocurra algo negativo de lo que yo sea culpable. El infierno son los otros, y los otros son siempre Transfer, claro. Como muestra, un botón sencillamente perfecto: el simposio España contra Cataluña.

Lo más cómodo del mundo, y más cuando se está en el ruedo público, es que exista este espíritu maligno. Porque aceptar que el puente que queríamos cruzar estaba en mal estado y no lo supimos ver, admitir que organizamos una algarabía que asustó a los búfalos o que no teníamos que habernos emborrachado con el capitán, implicaría manifestar ciertas debilidades que de ningún modo se pueden hacer públicas. Pero sería injusto cargar en exclusiva a los políticos con esta tara. Y si yo lo hiciera hoy aquí, estaría entrando de lleno en lo que pretendo acusar. Al fin y al cabo, una de las características de la sociedad de hoy es la facilidad para desvincularse de los errores. No son mis errores, son trampas que alguien me tiende. Y así nos va.

Por cierto, quizá a alguien le interese saber que Verne creó a Phileas Fogg pero no a Transfer, un mero dibujo animado. Una simpática caricatura de villano. Nada más que un invento para niños.

 

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